El Año de la Familia
El pasado 27 de diciembre de 2020, mientras aquí estábamos celebrando el Triduo Eucarístico con motivo del milagro de la Venerable Inés, el Santo Padre anunciaba y convocaba un Año especial dedicado a la familia, que se inauguraró ya el 19 de marzo de 2021, fiesta de San José, en el quinto aniversario de la publicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, sobre la alegría del amor en la familia, y que concluirá el próximo junio de 2022 con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma.
El Papa Francisco, poniendo la mirada en la Sagrada Familia, nos invita a que este año sea, como señala: “un renovado y creativo impulso pastoral para poner a la familia en el centro de la atención de la Iglesia y de la sociedad”. Y a rezar, “para que cada familia sienta en su propia casa la presencia viva de la Sagrada Familia de Nazaret, que llene nuestras pequeñas comunidades domésticas de amor sincero y generoso, fuente de alegría incluso en las pruebas y dificultades”.
1er Taller de la Palabra
“Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.” Gn 1, 26
Punto de partida: Creados a imagen y semejanza de Dios
De los mil propósitos que podemos hacernos en la vida, el más importante siempre será “ser yo mismo”, y es que, los desastres más terribles y, la traición más devastadora es dejar de ser quien verdaderamente soy o aspirar ser otro.
Todo empieza a desmoronarse cuando yo no me acepto, cuando no creo que valgo la pena, cuando pienso que yo, mi historia, mi cuerpo, mi vida,… está mal hecho. Si yo no creo que tengo un peso específico, que me da ser “imagen y semejanza de Dios”, más allá de mis cualidades o mis valores, intentaré buscarlo subrayando mi ego, encerrándome en mí mismo, exigiendo que se me reafirme, esperando de los demás lo que no pueden darme y, especialmente, ese dolor lo dirigiré hacia mi Padre Dios. El gran culpable.
No podemos comenzar un proyecto de matrimonio ni vivir en familia sin reconocer ese peso específico inmenso que tenemos, de lo contrario, siempre exigiremos que el otro llene lo que no puede, y eso, suele ser el principio del fin.
“Varón y mujer los creó”
Un modo de recorrer el camino: Creados en complementariedad:
El modo que el texto tiene de referirse a la creación diciendo “varón y mujer los creó” tiene dos grandes connotaciones. La primera es la igualdad absoluta entre los dos, la segunda es la complementariedad que el texto subraya, ya que no dice que los crea varón o mujer, sino varón y mujer. Dios hace que el “yo mismo” hecho a su imagen y semejanza, no sea un individuo solo y completo en sí mismo, sino la complementariedad de dos.
Estamos emparentados con la imagen y semejanza de Dios, en cuanto varón y mujer, en cuanto la necesidad de ser complementados, ya que es aquí donde se me invita a ser capaz de reconocer lo que hay en mí, de imagen y semejanza, para complementar al otro. El matrimonio es el lugar idóneo en donde las diferencias se convierten en posibilidad de complementariedad absoluta, y no en fuente de rivalidad.
En la relación con tu esposo o esposa, o en general con los demás, ¿vives las diferencias como posibilidad de complementaros o como dificultad para entenderos? Puedes poner algún ejemplo.
«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” Gn 1,28
Una finalidad: Creados para ser fecundos: “
Comenzamos este punto, reconociendo que la radical diferencia del ser humano con el resto de la creación es que éste entra en diálogo con Dios. Por primera vez en el texto del génesis podemos leer: “Les dijo” y no, como hasta ahora “Dios dijo”.
Dios nos bendice para ser fecundos, para generar vida, para servir a los demás, para guardar a los otros… yo me caso para servir y guardar a mi esposo y esposa, para ser fecundo como matrimonio (aunque no tenga hijos), yo, me ordeno o me consagro para, desde mi masculinidad o feminidad, entregarme esponsalmente a la iglesia y, para en nombre de Dios desarrollar la obra de la creación. Dios nos ha hecho semejantes a Él en el gobierno y servicio de la creación y esto, requiere la pérdida de sí mismo, acabar con la autorreferencialidad, que pasa de preguntarse ¿quién soy? para empezar a preguntarse ¿para quién soy? porque al final, la única alegría es la que procuramos a los demás y, el único camino es dejar de ser hijos para ser padres.
Propuesta
- Participa cada primer miércoles de mes en el Taller de la Palabra
- Comparte con un Equipo de la Palabra, escribe a discipulado@sanjaimemoncada.es