9º Discernimiento de Carismas

hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. 1 Cor 12, 4-7

1. Los Carismas en la Sagrada Escritura

Los carismas fueron necesarios en la misión de Cristo, el cual no se limitó a ser un predicador más, sino que su Palabra iba atestiguada con signos: “Todos se quedaban admirados y alabaron a Dios, y llenos de miedo dijeron: Hoy hemos visto cosas maravillosas” (Lc 5,26). De hecho, cuando los discípulos de Juan le preguntan si Él es el Mesías, no prueba su mesianismo con palabras sino refiriéndose a los signos que realizaba: «Decidle a Juan lo que veis: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí» (Mt 11, 4-6)

Cuando Jesús mandó a predicar a sus apóstoles vio la necesidad de dotarlos de carismas: “Id y anunciad que el reino de los cielos está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad de su enfermedad a los leprosos y expulsad a los demonios. (Mt. 10,7-8), de hecho cuando regresaron de predicar era de eso de lo que hablaban: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre» (Lc 10,17), porque ¿quién habría prestado oídos a las palabras de unos simples pescadores  de Galilea, si esas palabras no tuvieran la fuerza del Espíritu Santo? «Por medio de los apóstoles se hacían muchas señales y milagros entre la gente» (Hch 5, 12)  Son muchos los textos bíblicos que señalan que las comunidades cristianas conocen y viven la diversidad de carismas que se les ha otorgado (1 Cor 12, 4-12; 1 Cor 12, 28-30; Rom 12, 6-8; Ef 4, 11 ) 

En la Iglesia primitiva ser cristianos, era sinónimo de una intensa y viva experiencia de los dones del Espíritu Santo, que se manifestaban pródigamente porque los cristianos no tenían miedo de pedirlos. Ellos eran conscientes que habían recibido el mismo Espíritu del Jesús histórico, del que vino a Anunciar el Reino de Dios, por lo que creían que ese mismo Espíritu podía y quería obrar en el Cuerpo de Jesús actual, que es la Iglesia. San Pedro exhorta en su carta “Cada uno, en la medida en que recibió el carisma, póngalo al servicio de los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Ρ 4, 10 s).

2. Sentido de los carismas 

Existen gracias fundamentales e indispensables para todo cristiano: la gracia santificante, las virtudes teologales y, los dones del Espíritu Santo. Más allá de estas, hablamos de carismas cuando el Espíritu concede manifestaciones sobrenaturales de estos dones para la edificación de la iglesia. Estos, se entienden desde el gran mandato de Jesús a sus apóstoles: “Como el Padre me envió a mí, así yo os envío a vosotros” (Jn 20,21), ya que si hemos sido enviados “como” Jesús fue enviado, es coherente que se nos concedan los dones y carismas del Espíritu. 

Entre esos carismas sobrenaturales se encuentran: el carisma apostólico, profético, magisterial, evangelizador, el carisma de la exhortación, de palabras de sabiduría y de conocimiento, el discernimiento de espíritus, el orar en lenguas y el de interpretarlas. También se habla en la Sagrada Escritura de los carismas relacionados con el alivio a quienes sufren: el carisma de la limosna, de la asistencia, de la hospitalidad, de la sanación, del milagro y de la fe carismática y, por último habla de los carismas relacionados con el gobierno de la comunidad: El pastoral, el que preside, el diácono, los ministerios de servicio…  

¿Cómo pretendemos evangelizar nuestro mundo de hoy, hostil y pagano como el de la época de Cristo, sin que nuestro anuncio sea confirmado con los signos prometidos por Él? Pero, si es tan importante, ¿por qué durante muchos años se ha perdido esa sensibilidad?  Por un lado,  una iglesia en una sociedad de cristiandad subrayaba el mantenimiento de una fe social que parece no necesitarlos, por otro lado, el miedo a confundir los carismas del Espíritu con magia, poderes personales, esoterismo, energías… o, identificarlos con iglesias protestantes, nos puso en guardia para rechazar todo lo que sonaba a “Carismático”, de esta manera y sin quererlo fuimos convirtiendo la fe en una formación cristiana, unos ritos, un sentimiento y unos valores que distaban mucho de esa presencia viva y real del Resucitado que actúa con poder y eficacia mediante el Espíritu santo. 

3. Los carismas en nuestra comunidad

Un Carisma es un don (no es un poder) que Dios regala cuando quiere y a quien quiere para el bien de una comunidad concreta en un momento concreto, por eso, no es personalista, no es para uno mismo, sino para el beneficio de la comunidad de los Hijos de Dios; no puede dominarse y debe ser reconocido y discernido en comunidad. Nuestra comunidad parroquial vive una experiencia de fe profunda enraizada en su larga y rica historia, hoy como los apóstoles estamos unidos en oración junto a María, pero también hoy, como ellos estamos temerosos, encerrados, asustados ante una sociedad incrédula que rechaza a Jesús… ¿Acaso no necesitaremos un nuevo Pentecostés? Hoy asistimos a un acontecimiento maravilloso, ante esa situación los carismas se difunden entre los fieles. 

Pero en medio de esa alegría parece resonar las palabras de los que seguían a Jesús: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?… Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». (Jn 6, 60ss) ¿Es tan raro creer que el Espíritu puede suscitar los Carismas que desde la época apostólica regaló? ¿Es tan raro para un creyente vivir en el ámbito de lo sobrenatural? Realmente ¿es tan raro creer que si Dios existe, tiene poder y se quiere manifestar? Quien cree que un trozo de pan es el Cuerpo de Cristo, ¿por qué le cuesta creer en otros milagros más sencillos que ese? ¿No será necesario ir abriendo el corazón como comunidad para pedir los carismas que necesitamos para la nueva evangelización y, a la vez, ir discerniendolos? 

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